La tarde del 21 de noviembre, Medellín vivió momentos de caos luego de que un grupo de encapuchados bloqueara las avenidas Las Vegas y la Regional, dos arterias principales del Valle de Aburrá, tras finalizar una marcha en defensa de la universidad pública. El incidente, que comenzó hacia las 6:00 p.m., se desató en inmediaciones del Politécnico Jaime Isaza Cadavid, donde los encapuchados ingresaron a la institución para iniciar actos vandálicos.
Los bloqueos, que paralizaron el tránsito en ambas direcciones de las vías afectadas, obligaron a la intervención del Escuadrón Móvil Antidisturbios (Esmad). Enfrentamientos entre los uniformados y los manifestantes violentos se prolongaron por varios minutos, generando pánico entre los residentes y trabajadores que se desplazaban por la zona. Aunque las autoridades lograron retomar el control, el impacto sobre la movilidad fue significativo, afectando a cientos de ciudadanos.
Las marchas que precedieron los disturbios fueron organizadas por estudiantes universitarios que buscaban llamar la atención sobre la crisis financiera que enfrenta la Universidad de Antioquia, institución emblemática del departamento. Sin embargo, los hechos de violencia opacaron el mensaje de la movilización y generaron rechazo generalizado entre los habitantes de la ciudad.

Al cierre de la jornada, la Secretaría de Movilidad de Medellín confirmó que las vías fueron reabiertas y el tráfico vehicular volvió a fluir con normalidad. A pesar de ello, los episodios de violencia dejan interrogantes sobre el manejo de las protestas sociales y la infiltración de grupos que desvirtúan las causas legítimas con actos vandálicos.
La repetición de este tipo de escenarios refleja una peligrosa tendencia en la que manifestaciones pacíficas se convierten en focos de violencia. Es imperativo que las autoridades garanticen la seguridad ciudadana y protejan el derecho a la protesta, al tiempo que se tomen medidas contundentes para frenar a quienes buscan imponer sus agendas mediante el vandalismo. La ciudad no puede seguir siendo rehén de los radicales.