El Buró Federal de Investigaciones (FBI) ha comenzado a revelar los primeros detalles de las pesquisas del intento de asesinato del expresidente de Estados Unidos Donald Trump, ocurrido el sábado durante un mitin en Butler, Pensilvania. Este ataque ha sacudido al país, que se encuentra en plena campaña electoral para las presidenciales de noviembre.
El atacante ha sido identificado como Thomas Matthew Crooks, un joven de 20 años, quien utilizó un rifle AR-15 para disparar contra Trump. Crooks también mató a un asistente al evento e hirió de gravedad a otras dos personas antes de ser abatido por agentes del Servicio Secreto. Según las primeras investigaciones, Crooks, residente de Bethel Park, un suburbio de clase media, actuó solo y no hay pistas de que perteneciera a alguna organización terrorista internacional.
Las publicaciones en redes sociales y textos hechos por Crooks no revelan una ideología clara ni antecedentes de alguna enfermedad mental, por lo que las autoridades están investigando el ataque como intento de asesinato y posible acto de terrorismo interno. Robert Wells, subdirector de la división antiterrorista del FBI, informó que Crooks usó un rifle AR-15 adquirido por su padre de manera legal, aunque no está claro si tomó el arma con permiso de su progenitor.
Además, los investigadores encontraron material explosivo en el vehículo de Crooks, estacionado cerca del lugar del ataque, así como en su domicilio. Conocidos describieron al tirador como una persona tímida que sufrió bullying y que solía estar solo. Aunque parecía “socialmente reservado”, un antiguo compañero no recordó haberlo oído hablar de política o de Trump.
Información de la prensa local sostiene que Crooks estaba afiliado al Partido Republicano y las próximas elecciones del 5 de noviembre serían las primeras en las que podría votar. No obstante, cuando Crooks tenía 17 años, hizo una donación de 15 dólares a ActBlue, un comité de acción política que recauda dinero para políticos progresistas.
El atentado contra Trump en Pensilvania ha sido calificado como el peor acto de violencia política en Estados Unidos en décadas, y ha generado una ola de condenas internacionales. El secretario general de la ONU, António Guterres, y el presidente de Colombia, Gustavo Petro, se unieron a las voces que condenaron este acto de violencia política. Tanto el presidente Joe Biden como Trump instaron a los estadounidenses a mostrar unidad tras el atentado. Biden pidió «bajar la temperatura» y afirmó que la política no es un «campo de matanza», mientras que Trump, en su red Truth Social, enfatizó la necesidad de permanecer unidos y determinados.
El ataque también ha puesto en la mira el esquema de protección del Servicio Secreto, que ha sido criticado por no haber previsto el riesgo que suponían varios edificios alrededor del mitin. Algunos informes indicaron que el equipo de Trump había solicitado seguridad adicional para el mitin de Butler, pero esta información fue desmentida por el portavoz del Servicio Secreto, Anthony Guglielmi.
El Comité de Supervisión de la Cámara de Representantes de Estados Unidos ha citado a una audiencia el 22 de julio en la que tendrá que declarar la directora del Servicio Secreto, Kimberly Cheattle, para esclarecer cómo un joven de 20 años y sin entrenamiento militar pudo poner en jaque al país y estuvo a punto de cometer un magnicidio. El presidente de la Cámara de Representantes, Mike Johnson, también prometió una investigación parlamentaria completa, afirmando que «el pueblo estadounidense merece saber la verdad».
