En una decisión histórica, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, autorizó a Ucrania el uso del Sistema Táctico de Misiles del Ejército (ATACMS) contra objetivos en territorio ruso. Esta autorización, que hasta ahora había sido vetada por temor a una escalada del conflicto, marca un giro estratégico en el apoyo militar estadounidense, a menos de dos meses de la transición presidencial hacia Donald Trump.
El permiso llega en un contexto tenso, luego de que Corea del Norte enviara alrededor de 10.000 tropas a Rusia en apoyo a la invasión de Ucrania. Según informes de inteligencia, Biden busca fortalecer la posición de Ucrania antes de posibles negociaciones con Moscú, impulsadas por el cambio de gobierno en Washington. Sin embargo, esta decisión ha sido recibida con advertencias de Rusia, que considera la medida como una declaración de guerra de la OTAN.

Los misiles ATACMS, con un alcance de hasta 305 kilómetros, permiten a Ucrania atacar con precisión instalaciones estratégicas dentro de Rusia, algo que el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, había solicitado insistentemente. La autorización se dio en un momento crítico, ya que Rusia lanzó este domingo el mayor ataque contra Ucrania en meses, con 120 misiles y 90 drones que golpearon infraestructura energética y causaron bajas civiles.
El presidente ruso, Vladimir Putin, reaccionó enérgicamente, advirtiendo que la OTAN se acerca peligrosamente a una confrontación directa con Rusia. Mientras tanto, la comunidad internacional observa con preocupación el potencial de que esta decisión intensifique un conflicto ya devastador.

La autorización de Estados Unidos para que Ucrania utilice misiles ATACMS dentro de Rusia representa un escalamiento significativo en el conflicto. Aunque busca reforzar la posición ucraniana en el campo de batalla y en posibles negociaciones, este movimiento aumenta las tensiones entre las potencias y pone en riesgo la estabilidad global. Con la llegada de Donald Trump y su promesa de limitar el apoyo a Ucrania, esta decisión podría ser una de las últimas jugadas estratégicas de la administración Biden en el conflicto.