En un día histórico para México, Claudia Sheinbaum tomó posesión como la primera presidenta de la nación, un hecho que marca un hito en la política del país. En su juramento, la exalcaldesa de Ciudad de México resaltó su compromiso con el pueblo, afirmando: “Soy madre, abuela, científica y mujer de fe. Y a partir de hoy, por voluntad del pueblo de México, la presidenta constitucional de los Estados Unidos Mexicanos”. Ante un Congreso lleno de ovaciones, Sheinbaum prometió trabajar por el bienestar de todos los mexicanos, subrayando el respeto a las libertades y la defensa de las inversiones privadas.
Uno de los pilares de su discurso fue calmar las inquietudes de los sectores empresariales tras las reformas impulsadas por su predecesor, Andrés Manuel López Obrador. “Quien diga que habrá autoritarismo, estará mintiendo”, aseguró la nueva mandataria, destacando que su gobierno no interferirá en la autonomía del Banco de México y que mantendrá un enfoque responsable en la política fiscal, buscando equilibrio entre la deuda y el PIB. Asimismo, reafirmó la importancia del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (T-MEC) y la relocalización de empresas en México, con el objetivo de fortalecer la economía sin sacrificar las relaciones bilaterales.
La violencia relacionada con el narcotráfico fue otro de los temas centrales. Sheinbaum anunció que no retomará la fallida “guerra contra el narcotráfico”, estrategia que ha dejado más de 450.000 muertos desde 2006. En su lugar, prometió reforzar la inteligencia y la investigación para combatir las organizaciones criminales, además de expandir programas sociales para jóvenes, evitando que sean reclutados por el crimen organizado. También se comprometió a fortalecer la Guardia Nacional, aunque su transferencia al Ejército ha sido objeto de duras críticas.
Con una aprobación del 70%, Sheinbaum inicia su mandato con el respaldo popular, pero enfrenta grandes retos. Su ascenso al poder simboliza la continuidad del proyecto de izquierda que busca consolidar un México más inclusivo, equitativo y con estabilidad económica, sin dejar de lado los compromisos sociales que ha caracterizado su carrera política.
