Rodolfo Hernández Suárez, el ingeniero civil que desafió las estructuras políticas tradicionales en Colombia, falleció el pasado 2 de septiembre a los 79 años, dejando tras de sí un legado tan controversial como su propia figura. El exalcalde de Bucaramanga, recordado por su lenguaje directo y sus gestos populistas, estuvo a solo 700.000 votos de convertirse en presidente de Colombia en 2022, cuando enfrentó al actual mandatario Gustavo Petro en la segunda vuelta.
A pesar de no lograr su ambición presidencial, Hernández ganó una curul en el Senado gracias a la normativa que otorga este privilegio al segundo lugar en las elecciones presidenciales. Sin embargo, su paso por el Congreso fue breve. Apenas unos meses después de asumir el cargo, el político santandereano renunció para enfrentar por fuera del Legislativo una investigación por corrupción, un episodio que marcó el inicio de su declive político.
El caso Vitalogic, por el cual fue condenado, se remonta a su tiempo como alcalde de Bucaramanga. En 2016, Hernández fue acusado de presionar para la adjudicación de un contrato de 344 millones de pesos a un ingeniero específico, a cambio de presuntas coimas que involucraban a su hijo, Luis Carlos Hernández Oliveros. Este escándalo, sumado a otros episodios de violencia verbal y física durante su mandato, empañó la imagen del «outsider» que había prometido limpiar la política colombiana.
El final de la vida pública de Rodolfo Hernández estuvo marcado por su lucha contra un cáncer terminal. A pesar de los esfuerzos médicos, el exalcalde sucumbió a la enfermedad, dejando a Colombia con un controvertido ejemplo de cómo el carisma y la falta de filtro pueden llevar a un político a la cúspide, solo para caer al abismo de la desconfianza y el descrédito. Su vida y carrera serán recordadas tanto por sus logros como por sus errores, un reflejo de la compleja relación entre poder y moralidad en la política.
