En una jornada marcada por el descontento y la unidad, miles de colombianos se congregaron en diferentes ciudades del país el pasado domingo 21 de abril para expresar su rechazo hacia la administración del presidente Gustavo Petro. Con un inicio temprano en la mañana, los manifestantes llenaron las principales plazas y avenidas, destacando la Plaza de Bolívar en Bogotá, donde se estimó la presencia de aproximadamente 200,000 ciudadanos. Esta cifra simboliza un creciente descontento que parece resonar en el corazón del país, evidenciando una crítica palpable hacia las políticas gubernamentales actuales.
El despliegue de la protesta no fue menor en Medellín, donde las autoridades locales contabilizaron cerca de 400,000 personas marchando pacíficamente. Las manifestaciones, que también se sintieron con fuerza en ciudades como Cali y Barranquilla, transcurrieron sin incidentes mayores, lo que refleja una organización y madurez política por parte de los convocantes y participantes. Este evento ha sido descrito por muchos como un llamado a la reflexión para el gobierno, subrayando la importancia de escuchar y actuar conforme a las exigencias populares.
Las marchas, inicialmente convocadas por sectores como el médico y académico en oposición a las reformas propuestas al sistema de salud, rápidamente se transformaron en un cúmulo de voces de diversos sectores, incluyendo partidos políticos y asociaciones civiles. Estas manifestaciones no solo rechazan políticas específicas, sino que también apelan a una revisión más amplia de la dirección en la que se está llevando el país, haciendo un llamado a la protección de la democracia y el respeto por la Constitución del 91.
La respuesta del gobierno no se hizo esperar. Altos funcionarios, incluyendo a la directora del Departamento Administrativo de la Presidencia, han prometido una semana de reflexión y diálogo para considerar los mensajes recibidos a través de estas marchas. Mientras tanto, las calles de Colombia siguen resonando con el eco de los ciudadanos que, más allá de sus diferencias, comparten un común denominador: el anhelo por un país que cumpla con sus expectativas de justicia, equidad y respeto a la voz del pueblo.