Con la inminente transición del fenómeno de El Niño a La Niña, Colombia anticipa un cambio significativo en sus patrones climáticos, que podría resultar en lluvias por encima de lo normal en los próximos meses. Este cambio es esperanzador dado el estado crítico de los embalses del país, exacerbado por una prolongada sequía.
El Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (Ideam) y expertos en meteorología han indicado que se espera que la temporada de lluvias comience a fines de este mes y se extienda de manera robusta, impulsada por el fenómeno de La Niña, que se prevé para el trimestre junio-agosto con una probabilidad del 60%. Este fenómeno, conocido por intensificar las precipitaciones en la región, podría ser clave en la recuperación de los niveles de agua en los embalses, especialmente en la región Andina y el Caribe.
Sin embargo, las proyecciones de recuperación no son uniformes para todo el país. Mientras que en la región Andina se esperan mejoras significativas en los embalses, las zonas de la Orinoquia y la Amazonia podrían no experimentar las mismas mejoras debido a precipitaciones inferiores a lo normal hasta fin de año.

La situación es particularmente crítica, pues los embalses del centro del país han sido los más afectados. Aunque las próximas lluvias podrían no ser suficientes para llenar completamente los embalses, se espera que contribuyan significativamente a aliviar la situación. Expertos como Christian Euscátegui, consultor en sistemas de alerta temprana, sugieren que si las lluvias se ajustan a los pronósticos, podríamos comenzar a ver recuperaciones importantes en los embalses andinos hacia julio.
Además, la temporada de huracanes en la región Caribe, que se espera sea más activa de lo normal, podría también incrementar los niveles de precipitación y, por ende, de los embalses en esa región.
Por lo tanto, aunque las lluvias que se avecinan podrían no ser una solución total, son un paso crucial hacia la recuperación de los sistemas hídricos del país. El gobierno y los expertos climáticos mantienen un optimismo cauteloso, enfatizando la importancia de una gestión eficaz del agua y la preparación continua para enfrentar variabilidades climáticas futuras.