Una nueva ola de explosiones ha golpeado a Líbano este miércoles, tras el devastador ataque del martes que dejó más de 2.800 heridos y varias decenas de muertos tras la detonación de bíperes manipulados. Esta vez, los explosivos fueron activados en walkie-talkies utilizados por miembros de Hezbolá, agravando la crisis que enfrenta el grupo islamista y dejando al menos tres muertos más.
Las detonaciones se produjeron en Beirut y otras ciudades del país, en momentos en que familiares y seguidores de Hezbolá asistían a los funerales de algunas de las víctimas del ataque anterior. Según los reportes iniciales, los dispositivos estallaron de manera repentina durante la ceremonia, lo que provocó una nueva oleada de caos y temor.
Fuentes cercanas a Hezbolá también informaron que, además de los walkie-talkies, otros equipos electrónicos, como radios y huelleros digitales —utilizados para el acceso a refugios—, fueron convertidos en armas, estallando de manera casi simultánea. Esta serie de explosiones parece seguir un patrón de sabotaje similar al del ataque con bíperes, que según informes internacionales, fueron intervenidos antes de su llegada a Líbano.
El secretario general de la ONU, António Guterres, se pronunció sobre los hechos, instando a la comunidad internacional a implementar controles más estrictos sobre los dispositivos tecnológicos civiles para evitar su transformación en armas letales. «Es crucial que haya un control eficaz de los objetos civiles para no convertirlos en instrumentos de destrucción. Esto debería ser una regla universal», expresó Guterres en una declaración emitida tras las explosiones.
Los hospitales de Beirut nuevamente están siendo desbordados con los heridos de esta nueva serie de ataques, mientras las autoridades libanesas y Hezbolá intentan desentrañar el origen de este sabotaje que ha sumido al país en una profunda crisis de seguridad. La situación en Líbano continúa siendo tensa, y se teme que estos ataques puedan ser preludio de un conflicto más amplio en la región.
