La mala calidad del aire en Medellín y el Valle de Aburrá continúa siendo un tema de preocupación para sus habitantes, especialmente para los grupos sensibles como los adultos mayores, niños menores de cinco años, mujeres embarazadas y personas con condiciones cardiacas o pulmonares. A pesar de que la situación ha mostrado una leve mejora, pasando de 13 a solo tres estaciones en nivel naranja, muchos ciudadanos y activistas ambientales critican la falta de medidas restrictivas contundentes por parte del Área Metropolitana del Valle de Aburrá.
Según el Protocolo Operacional para enfrentar Episodios de Contaminación Atmosférica (Poeca), en momentos críticos como estos, donde la calidad del aire se mantiene dañina durante períodos prolongados, se deberían implementar restricciones significativas. Sin embargo, la directora del Área Metropolitana, en su última intervención, atribuyó la persistente mala calidad del aire a factores climáticos atípicos relacionados con el fenómeno del Niño, lo que según ella justifica una respuesta menos restrictiva y más enfocada en el autocuidado de los ciudadanos.
El descontento se hace eco en las redes sociales y entre los políticos locales. Figuras como el exconcejal Daniel Duque y Piedad Patricia Restrepo, vocera de la veeduría Todos por Medellín, han expresado su inconformidad con la gestión de la crisis ambiental. Duque señaló que, de acuerdo con el Poeca, ya se debería haber declarado un estado de alerta ambiental, mientras que Restrepo criticó la falta de voluntad política para adoptar medidas más estrictas que vayan más allá de simples recomendaciones.
Aunque en marzo se implementó un pico y placa ambiental para vehículos de carga cuando la situación era similar, esta vez las autoridades han decidido no avanzar con medidas comparables. La directora del Área Metropolitana recalca que la situación actual es excepcional y que las medidas de salud preventivas son la prioridad en este momento.
Esta situación plantea un serio debate sobre la eficacia de los protocolos ambientales existentes y la necesidad de adaptarlos a condiciones climáticas cambiantes y fenómenos globales como el Niño, que podrían volver a desencadenar crisis de calidad del aire en el futuro. Mientras tanto, los residentes del Valle de Aburrá permanecen en espera de soluciones concretas que aseguren su bienestar y salud ante una amenaza ambiental que parece no tener fin a corto plazo.