En una reciente reunión con el Papa Francisco, el presidente colombiano Gustavo Petro propuso que el Vaticano sea la sede de los diálogos de paz con la guerrilla del ELN. Este encuentro, que duró más de media hora, se centró en la búsqueda de la paz en Colombia. Petro, quien ha tenido ya tres reuniones con el Papa, incluyendo una en 2015 como alcalde de Bogotá y otra en 2022 como candidato presidencial, expresó la posibilidad de realizar una ronda de diálogos con el ELN en el Vaticano.
La propuesta de Petro ha generado diversas reacciones y plantea interrogantes sobre la implicación del Vaticano en procesos de paz con grupos armados. Este movimiento también abre el debate sobre la presencia y el papel de figuras controvertidas, como terroristas, reclutadores de menores y narcotraficantes, en un lugar tan significativo como el Vaticano. La presencia de estos actores en un escenario de diálogo auspiciado por la Santa Sede podría ser vista tanto como un paso hacia la resolución de conflictos como una controversia en términos de la moralidad y la ética internacional.
La iniciativa de Petro refleja un esfuerzo por buscar nuevos caminos y aliados en la búsqueda de la paz en Colombia, un país marcado por décadas de conflicto armado. Sin embargo, la inclusión del Vaticano como posible mediador en estos diálogos plantea preguntas sobre la neutralidad y la capacidad de la Iglesia para manejar situaciones de esta complejidad. Además, se cuestiona cómo la comunidad internacional percibiría la participación del Vaticano en diálogos con grupos que han sido acusados de graves violaciones a los derechos humanos.
Este acercamiento entre el gobierno colombiano y el Vaticano podría ser un hito en los esfuerzos de paz, pero también es un terreno delicado que requiere un análisis profundo y considerado de las implicaciones políticas, éticas y sociales.
